martes, 18 de noviembre de 2008

El gran Cela

Camilo José Cela Trulock nació el 11 de mayo de 1916 en la población gallega de Iria Flavia (Padrón, provincia de La Coruña), de padre español y madre inglesa (el abuelo, John Trulock, había sido gerente de la primera línea ferroviaria gallega). Allí vivió, aseguraba él, una infancia feliz: “yo tuve una niñez dorada. De pequeño era tan feliz que cuando las visitas me preguntaban qué quería ser de mayor, me echaba a llorar porque no quería ser nada, ni siquiera deseaba ser mayor”. En 1925, cuando tenía nueve años, toda la familia se trasladó a Madrid.

Antes de concluir sus estudios de bachillerato cayó enfermo de tuberculosis pulmonar, y durante unos años tuvo que ser internado en un sanatorio, donde empleó el reposo en inacabables sesiones de lectura.

En 1934 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, pronto la abandona para asistir como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde el poeta Pedro Salinas daba clase de literatura contemporánea. Cela le muestra sus primeros poemas, y recibe de él estímulo y consejos. Este encuentro resultará fundamental para el joven Cela.

En la facultad se hace amigo de Alonso Zamora Vicente, María Zambrano y Miguel Hernández, y a través de ellos entra en contacto con otros intelectuales del Madrid de esta época, que termina con el estallido de la Guerra Civil, en la que Cela formó parte del bando nacional. Fue herido en el frente y de nuevo hospitalizado. Antes, en plena guerra, había terminado su primera obra, el libro de poemas Pisando la dudosa luz del día.

En 1940 comienza a estudiar Derecho, y este mismo año aparecen sus primeras publicaciones. Su primera gran obra, sin embargo, no verá la luz hasta dos años después: La familia de Pascual Duarte. A pesar del éxito casi unánime de esta novela, la aspereza del tema tratado le hace tener problemas con la Iglesia. Poco después, Cela abandona la carrera de Derecho para dedicarse profesionalmente a la literatura.

Los que quedan de esta década son años muy importantes en la biografía del escritor: entre 1944 y 1948 se casa con María del Rosario Conde Picavea; comienza a escribir La colmena; nace su único hijo, Camilo José Cela Conde; lleva a cabo dos exposiciones de sus pinturas; y aparecen Viaje a La Alcarria y El cancionero de La Alcarria. En 1951 se publica en Buenos Aires La colmena, que de inmediato es prohibida en España.

En 1956 es elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española (discurso de ingreso).

Muerto el general Franco, la época de la transición a la democracia llevó a Cela a desempeñar un papel notable en la vida pública española: entre 1977 y 1979 ocupó por designación real un escaño en el Senado de las primeras Cortes democráticas, y como senador le cupo participar en la revisión del texto constitucional elaborado por el Congreso.

Ya consagrado como uno de los grandes escritores del siglo, durante las dos últimas décadas de su vida se sucedieron los homenajes, los premios y los más diversos reconocimientos, entreverados ocasionalmente con algunas polémicas. Entre aquellos es obligado citar, en orden cronológico, los tres más importantes: el Príncipe de Asturias de las Letras (1987) (discurso de recepción); el Nobel de Literatura (1989) (discurso de recepción), y el Miguel de Cervantes (1995) (discurso de recepción).

El 10 de marzo de 1991 se casó con Marina Castaño. En 1996, el día de su octogésimo cumpleaños, el Rey don Juan Carlos I le concedió el título de Marqués de Iria Flavia; el lema que Cela adoptó para el escudo de marquesado fue El que resiste, gana.

Cela falleció en Madrid el 17 de enero de 2002.

Lo más triste de esta historia es que muchos únicamente recordaran a éste genio de las palabras por las más hirientes y salvajes, y es que los hay que al conocer a otros se quedan tan en la superficie que con unas cuántas perlas les es suficiente. Aquí van algunas; pero las más bonitas están dentro de sus libros y publicaciones.

P.D: Hay una anécdota curiosa. Durante un debate en el Senado Cela daba algunas cabezadas sentado en su escaño. Algunos senadores, viéndole, se quejaron en voz alta: ¡Está usted dormido! El aludido despierto se volvió hacia ellos y les respondió: No. No estoy dormido. Estoy durmiendo. Porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.


Cela y la palangana





El Cipote de Archidona





Santiago Roncero

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